LA BOA
DE LOS DIOSES
Por el camino que lleva al oriente en
Puyo, en la comunidad sucua-patuca donde vivía una familia indígena dedicada a
pescar y lavar en el río Upano. Un día la madre lavaba ropa de la
familia, mientras la hija más pequeña jugaba tranquilamente en la playa: tan
concentrada estaba la señora en su duro trabajo, que no se percató que la niña
se acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era más
profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero ya era
demasiado tarde; la niña era arrastrada por la fuerte correntada y sólo su
cabecita aparecía por momentos en las crestas de las agitadas aguas.
La mujer transida de dolor y
desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora a gritos... yaya Dios!
.... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la tierna niña
retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que la
deposita sana y salva en la mismísima playa; la mujer abrazando a la niña llora
y sonríe agradecida. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro
más de la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo
cotidiano, el gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los niños.
Pero un tormentoso día, cuando los
padres fueron a la selva en busca de guatusas para la cena, la boa no llegó a
vigilar a los niños como solía hacerlo todos los días. Este descuido fue
aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente con
intenciones malignas.
Los
muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!Yacuma Amaru! (boa del agua),
el gigantesco reptil al oír las voces de los niños salió del río y deslizándose
velozmente entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre
que trataba de entrar sigilosamente en el hogar de sus amigos; la lucha que se
desató fue a muerte; la boa se enroscó en el cuerpo de felino, pese a las
dentelladas del sanguinario animal; los anillos constrictores del reptil se
cerraron con fuerza, mientras el tigre la mordía justo en la parte de la
cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos animales
quedaron muertos en la entrada de la casa.
Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con
dolor los restos de su boa amiga y armoniosamente la velaron durante dos días,
para luego enterrarla con todos los honores y ritos que se acostumbraban
utilizar para con los seres queridos……
AUTOR: JAVIER SÁNCHEZ
muy buena historia hecha por un hombre que tiene raíces en el oriente ecuatoriano
ResponderEliminar